viernes, 9 de marzo de 2012

Tarareó aquella vieja canción

Su escuálida y blanca mano sujetaba una botella de Jack Daniel´s por el cuello.
Se sentó, dejó la botella en mi carísima mesa de mármol y cuidadosamente se quitó los zapatos de tacón.
Me miraba sonriendo y le temblaban las manos. Pegó un trago. A morro le gustaba más.
De entre sus bragas sacó una bolsa que no debería de pesar más de dos gramos.
Nunca dos gramos le habían pesado tanto a una persona.

Le tendí, como siempre, mi carnet de la biblioteca. Ella lamió los bordes mientras su pie desnudo buscaba a mi entrepierna.
No más nervioso que excitado me levanté y salí al balcón a fumar.
Cinco minutos después noté su pecho en mi espalda, su respiración en mi nuca. Tarareó aquella vieja canción y se apoyó sobre la barandilla.

Estaba preciosa. Increíblemente colocada, sí. Pero preciosa.

3 comentarios:

  1. Puf, lo que consigues inspirar en quien lee... es un gusto.
    Beso tremendo.

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  2. Bendita sea tu forma de expresar sentimientos a través de relatos.

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